Pocos lugares hay en el mundo que me enchufen tanto como Dolomitas. Para el escalador de paredes es el paraíso. Muros interminables, montañas que asombran, asustan y fascinan, una roca especial pero muy franca, vías larguísimas y comprometidas, descensos complejos y peligrosos y paisajes increíbles son su tarjeta de presentación.
Dolomitas es una espacio lo suficientemente grande como para tener que ser diversificado. Las inmensas moles de roca se aglutinan en macizos separados por valles y ríos y cada lugar está lleno de vías magníficas y paisajes fascinantes. Merece la pena un viaje a cada zona.
Dolomitas es el lugar idóneo para sentir la verticalidad, el compromiso y la historia. A veces uno se asombra de que la vía donde está pretando de verdad se abrió hace más de cien años. Increíble el valor y la locura de esta gente.
De todas las zonas, una de las más famosas e impresionantes son las Tres Cimas de Lavaredo. Su cara norte está formada por unas formidables paredes de más de 500 metros metros, muy muy verticales, desplomadas y asombrosas. Y escalar allí casi se convierte en mito, en un viaje casi religioso donde vivir unas únicas experiencias.
Y cada vez que quiero recordar esas sensaciones, hojeo el fantástico libro TRES CIMAS DE LAVAREDO, escrito por los grandes Alexander Huber y Willi Schenkmeier, y prologado por Miguel Ángel Gallego. En español, está editado pro Desnivel, en una gran edición de gran formato, con grandes fotografías y una excelente traducción.
El libro recorre todos los encantos de Lavaredo y los intentos de sus protagonistas por conquistarlos. Lleno de fotografías absolutamente ilustradoras de sus escaladas, que te hacen sentir lo que estaban sintiendo sus protagonistas.
He leído el libro cinco veces, y no solo he conseguido rememorar las imágenes de mis escaladas en Dolomitas, sin de volver a encontrar las mismas sensaciones que viví en mi interior. De esta forma, consigo nuevas fuerzas y más motivación para mis proyectos.
El libro repasa maravillosamente la historia de las vías y de los escaladores que las protagonizaron. Todas ellas estás llenas de sabor, de triunfos, fracasos, sufrimientos y glorias.
Parece mentira que el gran Dibona subiera por su fantástica arista de la Cima Grande en 1905. O qué decir del único Preuss, que abrió solamente vías que pudieran subirse en libre, allá por los años 20.
Y aquí encontramos dos nombres ilustres. El gran Comicci, uno de los mejores escaladores que el mundo ha conocido, con una fuerza y un empuje casi salvaje, abriendo vías tan formidables como el Spigollo Giallo (Espolón amarillo) a la Piccola, o su vía por el centro de la pared norte de la Cima Grande. Estas vías no son muy recorridas por escaladores españoles, aunque sí por europeos. Os tengo que decir, que uno no se bautiza en escalada hasta que escala por estas catedrales de roca.
O el gran Cassin, al que le tenía como uno de los mejores escaladores, más astuto y más fuerte que nadie.
Reconozco que lo tenía en un altar, paro todos los ídolos terminan por caer. Famosísima es su vía de la Cima Oeste, con sus cuatro aéreos largos de travesía. Una vía increíble que os recomiendo profundamente. Sin embargo, su historia hizo que cayera mi héroe.
Resulta que esta vía estaba siendo intentada por una potente cordada suiza, formada por Meindl y Hintermeier. Estaban abriendo la vía a la altura del primer desplome, y bajaron a descansar y dormir. Cassin y Ratti fueron muy temprano por la mañana a la vía (ya sabían que estaban los suizos), y como había una densísima niebla (cosa habitual en las madrugadas) pasaron de puntillas sigilosamente sin hacer ruido por encima de los suizos, que estaban dormidos a aquella hora. Después, ya más alejados, comenzaron a escalar por la ruta abierta por los suizos.
Cunado éstos depertaron, no salían de su asombro, contemplado estupefactos que los italianos les habían adelantado y ya estaban a la altura de su punto máximo, en el desplome. Deprisa fueron tras ellos para intentar alcanzarle, pero cuando llegaron al desplome, vieron con horror que los italianos se habían llevado sus propios clavos!!!!!!!
Yo los mato, pero ellos bajaron de nuevo al suelo y fueron a recibirlos a la cima.
Famosa es su foto de la cima, los cuatro reunidos. Cassin muy serio, y uno de los suizos mirándole muy sonriente (yo creo que estaba pensando "disfruta de la foto porque te voy a dar una serie de hostias que te vas cagar!!!!!!!!!!!!!!")
La historia es cruel y solo recuerda a los vencedores, y demuestra que al final todos somos igual de miserias. No se salva nadie.
Y las escaladas modernas son impresionantes. Nombres como Mauro Bole "Bubu", que se dedica a liberar vías clásicas imposibles, o el desconocido (pero no menos grande) Peter Schäffler, Kurt Albert, Christoph Hainz, y un largo etc. Por algo será que los mejores ponen sus ojos en estas paredes. Las aman tanto como las respetan.
Pero el primer premio se lo lleva Alex Huber. El excepcional escalador alemán ha dejado su huella con aperturas dificilísimas, llevando la escalada deportiva de dificultad a sus fronteras, con una ética impoluta, solo repetida por unos pocos.
Y el no va más ha sido su ascensión en solo integral (a pelo, vamos) a la Hasse de la Cima Grande. Pa cagarse, vamos. Solo ver las fotos me produce estreñimiento. Cualquiera que haya hecho la vía lo comprenderá. Solo subirla como se pueda es una heroicidad, una vía para los mejores. Y si la subes en libre, ni te cuento. Pero a pelooooo. Guauu. Huber no tiene inconveniente en desnudar sus pensamientos y sus dudas, y merece la pena leerlo para conocer sus grandes batalles interiores.
Mirar la foto y contadme. Pero no intentéis imitarlo. Os puedo asegurar que escalando esas vías con cuerda se puede disfrutar y sufrir igualmente.
Copio unas palabras de Huber.
¿Qué es lo que atrae a los escaladores a las Cimas una y otra vez? En ningún otro lugar de los Alpes se encuentran paredes tan verticales, que por su exposición tan arriesgada impresionen con tanta intensidad a todos los escaladores. Incluso el más versado de entre los mejores alpinistas empieza a sudar cuando tiene trescientos metros de roca desplomada bajo sus pies. También para los que no participan directamente en el escenario vertical de las Tres Cimas constituyen una vivencia única.
Desde la Forcella Lavaredo, pero sobre todo desde los pequeños caminos que discurren justo debajo de las paredes norte, se despliega una vista inolvidable. Directamente bajo estos muros gigantes con los techos amarillos desplomados, a veces es fácil sentirse pequeño, muy pequeño. La muralla infunde respeto, la imagen se la graba a uno en la piel e impresiona profundamente.
Las paredes de las Tres Cimas componen un gran campo de juego para la aventura. Siempre lo han sido y gracias a Dios aún hoy lo siguen siendo.
No lo dudes. Sueña con ir a estas paredes, ponte en forma y no dejes de acudir a la cita.
No lo olvidarás jamás.
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